jueves, 20 de septiembre de 2012

Choconazo: un hito clasista en la Patagonia Autor: Ariel Petruccelli

“La historia la escriben los que ganan”. La frase, contundente, crítica, motivadora, es sin embargo falsa. Aunque los que ganan han tenido y tienen un obvio interés en escribir su historia (y no hay duda de que muchas veces han dispuesto de medios incomparables para difundirla), no es menos cierto que los derrotados han mostrado una pertinaz tendencia a escribir la suya.Y si a la historia no la escriben solamente los que ganan, tampoco son ellos los únicos que la hacen. No es raro que los derrotados hayan tenido una influencia causal mayor que los aparentes vencedores en el proceso histórico mirado en plazos largos. Y no es nada raro que los vencidos se instalen en el recuerdo, cuando sus vencedores pasan irremediablemente al olvido.
Claro, en qué se recuerda, cómo se lo recuerda, a quién se recuerda y cómo se explica lo recordado no hay nada de inocente. Pese a los cuentitos escolares, sumergirse en el terreno de la historia entraña despojarse de toda inocencia. Si la realidad es un campo de batalla en el que distintas fuerzas (veladas o abiertas, claras o confusas, numerosas o exiguas) pugnan por imponer sus criterios, sus intereses, sus valores, sus objetivos ¿Cómo podría la historia ser algo distinto?
Colonizadores, opresores, explotadores y dominadores han escrito, cierto, su historia. En general lo hicieron y lo hacen bajo formas épicas, con finales felices y la implicación de que ya se ha llegado al mejor de los mundos posibles. Pero los colonizados, los oprimidos, los explotados y dominados o dominadas también han escrito su historia. Una historia más bien trágica que épica. Una historia casi nunca con final feliz. Una historia que se piensa irrenunciablemente inconclusa: lo mejor siempre está por llegar.
Y no es fruto de la casualidad que los héroes y heroínas de las clases y grupos oprimidos sean generalmente -de Espartaco para acá- figuras derrotadas. Una larga tradición de rebeldes abatidos, insurgentes fracasados y revolucionarios frustrados pavimenta los senderos recorridos. Se los recuerda y se las recuerda no por su éxito, sino por su ejemplo. Y recordar es también una manera de aprender: que cada derecho, cada conquista social, cada avance de la libertad tiene tras de sí una larga historia de luchas; que son las derrotas, los fracasos, las frustraciones del pasado los abonos ineludibles de los cambios por venir.
Las huelgas de El Chocón de 1969/70 se inscriben también es este registro. En la pequeña aldea que sigue siendo Neuquén, son el hito simbólico fundacional del movimiento obrero clasista. Y a Antonio Alac, Adán Torres, los Hermanos Wilson y Armando Olivares, Pascual Rodríguez y a los miles de obreros más o menos anónimos que
fueron parte de esas históricas huelgas, se los recuerda no por su victoria (que no fue tal), sino porque su causa era justa … y porque se animaron. Y recordaremos a Jaime de Nevares, Sara Garodnik, Ana Urrutia y tantos otros, porque se pusieron de parte de los trabajadores cuando las papas quemaban.
Los obreros de El Chocón reclamaban -¡cómo no!-aumento salarial y mejoras en las condiciones laborales. Reclamaban también, sobre todo, el reconocimiento de los delegados que ellos mismos habían elegido, y a los que la empresa y la burocrática conducción dela UOCRApretendían desconocer. Su accionar se vio sobre-determinado por un contexto social y político complejo: en medio de la dictadura de Onganía, a meses del Mayo Francés y El Cordobazo, cualquier reclamo sindical adquiría necesariamente otra dimensión. Como tantas otras veces, los trabajadores se vieron atrapados entre dos funestas opciones: aceptar una propuesta salarial que implicaba la derrota ética y política de desconocer a sus delegados; o rechazar el acuerdo cuando ya no había esperanza alguna de vencer a la empresa ni ánimo para resistir ala Gendarmería. En una dramática asamblea optaron por lo segundo. Y la gendarmería, precisamente, pondría fin al conflicto. Un vez más, la fuerza se impuso la razón. Pero, también una vez más, de la derrota obrera inmediata surgirían fundamentales elementos de victoria a largo plazo. Concretamente, las huelgas de El Chocón fueron el inicio, en nuestra zona, de la colaboración y el apoyo de otros sectores sociales (estudiantes, docentes, etc.) a los obreros en lucha. Y, como dijéramos antes, los obreros choconeros crearían el hito indiscutible del sindicalismo clasista enla Patagonia. Unohito hacia el que miran las maestras del combativo ATEN, los obreros sin patrones, y todos los que siguen soñando con un mundo sin explotación.
Para seguir leyendo:
Existe hoy en día una relativamente amplia literatura sobre las huelgas de El Chocón, accesible para el gran público. El Choconazo, de Juan Quintar (Neuquén, Educo, 1998) es el primer trabajo de corte académico publicado (si exceptuamos un viejo y breve artículo de Demetrio Taranda). El Chocón, huelga y milagro, de Benigno Calfuán (Por siempre Neuquén, 2003) es una novela histórica ambientada en el choconazo. Los comunistas y la huelga de el Chocón es una obra colectiva escrita por Francisco Tropeano, Diego Figar, Lidia Figar y Mario Lopez Alaniz (Neuquén, Educo, 2011) escrita desde la perspectiva y en defensa de la actuación del partido comunista en el conflicto, e incluye abundante documentación. Finalmente, Dios y el diablo en la tierra del viento. Cristianos y marxistas en las huelgas de El Chocón (Buenos Aires, Catálogos, 2005) es hasta ahora la mejor reconstrucción histórica de los acontecimientos.

Fuente: www.revistavientodelsur.com.ar/choconazo-un-hito-clasis

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