sábado, 17 de agosto de 2024

El Choconazo – El comienzo de todo.

 fuente:

https://masneuquen.com/el-choconazo-el-comienzo-de-todo/

El Choconazo – El comienzo de todo

Parados en segundo plano: Armando Olivares, Adam Torres, Antonio Alac, Pascual Rodriguez.

Las huelgas de El Chocón fueron, en rigor, dos, y para poder comprender los hechos que se sucedieron, hay que remontarse al 5 de octubre de 1967. En esa fecha, Adolfo Schwindt, que en ese momento era delegado reorganizador de la seccional Neuquén de la UOCRA, puso en conocimiento de la Dirección Provincial de Trabajo que ese día -y los sucesivos 6 y 7- se realizarían elecciones para designar a los miembros de la comisión directiva de la seccional.

El propio Schwindt encabezaba la única lista que se presentaba, en calidad de secretario general, y “ganó” cómodamente la elección. Asumió, una semana después, con un mandato de dos años.

Vencido el período, no se realizaron nuevas elecciones. Schwindt presentó, en defecto de nueva consulta a las bases, un “poder general judicial” otorgado a su favor por Rogelio Coria, de la UOCRA nacional. La Dirección de Trabajo provincial sometió la cuestión de si Schwindt podía, con su mandato caducado, seguir representando a los albañiles por obra de un poder, técnica burocrática si las hay. El dictamen del doctor Alfredo Roberto Osés fue favorable a Schwindt, quien continuaba así con su mandato hasta la celebración de nuevas elecciones.

Tal representación, empero, era demasiado anómala como para que pudiera durar sin turbulencias. El 5 de marzo de 1969 una asamblea eligió a los primeros delegados que tuvieron los obreros de El Chocón. Fueron tres y se apellidaban Varela, Inglés y Mansilla. Decretaron un paro en defensa de un trabajador despedido y por la jornada de 44 horas semanales. La respuesta de la patronal fue inmediata: fueron despedidos.

Schwindt, de acuerdo con Coria, arregló nombrar delegados a Raúl Torres y Héctor Covatti, y encargó a un allegado al sindicato, de apellido Rada y perteneciente a la Unión Ferroviaria, que fuera al comedor de los obreros donde había en ese momento, unas cien personas, a darles la “buena nueva“. No lo sacaron a patadas, pero faltó poco. Empezó diciendo que un hombre de apellido Torres (que nada tiene que ver con quien después será delegado posteriormente junto a Alac y Olivares) y otros serían, a partir de ese instante, los delegados de los trabajadores de El Chocón. Quien así cuenta las cosas es el ex cura Pascual Rodríguez, protagonista central de los sucesos y dirección natural del conflicto, junto a los delegados elegidos por las bases.

Los trabajadores rehusaron acatar a los impuestos Raúl Torres y Héctor Covatti como sus representantes (ya que éstos eran hombres puestos por Schwindt) y, en la noche del 12 de diciembre de 1969, realizaron una asamblea, sin la intervención de la seccional Neuquén del sindicato, en la que resultaron elegidos nuevos delegados: Antonio Alac, Egdardo Adán Torres y Armando Olivares, quienes contaban, a la sazón, con 32, 24 y 26 años, respectivamente.

Parados en segundo plano: Armando Olivares, Adam Torres, Antonio Alac, Pascual Rodriguez.
Parados en segundo plano: Armando Olivares, Adam Torres, Antonio Alac, Pascual Rodríguez.

La empresa desconoció el nombramiento, acusó a los elegidos de agitadores y dispuso su despido. Llamó inmediatamente a un pelotón de la Policía Federal, el que no pudo detener a los delegados porque fue virtualmente rodeado por setecientos obreros que impidieron el funcionamiento represivo del Estado. Declarada la huelga y ante la insistencia de los obreros, que se obstinaban en reconocer a los nombrados, los directivos de Impregilo (la empresa constructora) iniciaron conversaciones con Coria y Papagno.

El argumento empresario cuestionaba la forma empleada para elegirá Alac, Torres y Olivares: se trataba de una elección antiestatutaria, pues la Ley de Asociaciones Profesionales establecía, como procedimiento, el llamado a elecciones, la presentación de listas y el voto secreto; todo ello había sido obviado por un mecanismo asambleario de base que no encajaba ni en la lógica ni en los intereses de la empresa. Pero el rechazo de las formas con las que optaban lo obreros para darse su representación, ocultaba el hecho de que Covatti y Torres -delegados que sí aceptaba la empresa- habían sido ungidos no ya por la inorgánica voluntad de las mayorías, sino por el “dedazo” de Coria; es decir, que su elección tampoco se ajustaba a los estatutos. No molestaba ello a Impregilo-Sollazo, pues no eran las formas sino el fondo lo que les preocupaba, esto es, que los delegados obreros no pusieran demasiada energía en su desempeño. Y esto lo garantizaba mejor Covatti que Alac.

En tanto, el Sindicato de Empacadores de Fruta de Río Negro y Neuquén, con sede en Cipolleti, fue escenario de una reunión de varios sindicatos de la zona, en la que se resolvió la solidaridad con la huelga de El Chocón. El día 15, otra reunión, efectuada en el sindicato de los maquinistas de Neuquén, contó con la presencia, en representación de los obreros de El Chocón, de Olivares, Torres, Pascual Rodríguez y otro obrero de apellido Juárez. La decisión asamblearia, en la presa, había sido que Alac siempre permaneciera allí.

En la madrugada del 16, los cuatro representantes de la huelga fueron detenidos por la Federal, cuyos cosacos se apersonaron también en el obrador, con el fin de detener a Antonio Alac. El enfrentamiento fue, aquí, gases contra piedras. Pero se trató de una pedrea tan intensa que casi ennegreció el cielo, puso en fuga a los policías y salvó a Alac de la detención.

Así las cosas, el 16 al mediodía irrumpió en la presa monseñor De Nevares, quien iniciaba, de este modo, su histórica participación en estos hechos. Volvió a las cinco de la tarde, junto con el ministro de Gobierno, Gagliano; el jefe de la policía provincial, capitán de Navío Jorge Funes; y el ingeniero Orsatti, de Impregilo. Había que negociar y fue la mediación de Coria (UOCRA nacional), hombre fiable para la patronal, que había tenido que venir desde Buenos Aires y que se hallaba enormemente presionado por las bases, la que obtuvo, finalmente, la liberación de los cuatro detenidos.  Coria no podía, por cierto, iniciar su gestión desentendiéndose de la suerte de trabajadores presos. Ello lo habría deslegitimado tempranamente ante los trabajadores. Jugaba para la patronal, pero trataba de que no se notase tanto.

En la pieza 3 del Pabellón 14 se constituyó, desde el inicio, el estado mayor de la primera huelga. Allí fue Coria a reunirse con Alac, Torres y Olivares, y no tuvo más remedio que aceptar que esos “zurditos” le impusieran sus condiciones. Se llamaría a nuevas elecciones.

Cumplidas al pie de la letra las prescripciones de los funcionarios sindicales, las elecciones, realizadas el 20 de diciembre, ratificaron la tozudez de los trabajadores: nuevamente fueron elegidos Alac, Torres y Olivares. Esa Navidad, cuatro días después, fue celebrada con júbilo y con vino por los obreros de la represa. La primera huelga, efímera, había terminado.

Los recién ungidos pusieron manos a la obra, y el 14 de enero comunicaban por nota a la Dirección de Trabajo de la provincia que habían solicitado a Impregilo un 40% de aumento. El día anterior ponían en conocimiento de los directivos de Impregilo la lista de los trabajadores que estaban en condiciones de ascender, lo cual constituía, también, una reivindicación muy sentida por los obreros.

Entre el 20 de diciembre, en que fueron elegidos los delegados, y el 19 de enero, fecha en que Coria expulsó del sindicato a Alac, Torres y Olivares, éstos desarrollaron una intensa labor orientada a satisfacer toda suerte de reclamos obreros a una empresa que intentaba comportarse en Neuquén como lo había hecho en Tucumán, en años anteriores, e incluso en África, donde también había encarado la construcción de obras sin poner demasiado empeño en proteger vida, salud y salarios de los trabajadores.

Así, prácticamente no hubo día en que no presentaran a la patronal algún memorándum fundamentando el reclamo de aumento salarial del 40%, exigiendo medidas de seguridad en la chimenea del túnel N° 5, donde existía peligro de derrumbes; negligencia culpable en las voladuras (en la noche del 5 de diciembre se realizó una explosión sin aviso a los choferes de los camiones Fiat, en razón de lo cual explotaron los parabrisas de los vehículos N° 10 y N° 6, con el riesgo consiguiente para las personas); denuncia contra el capataz Giuseppe Grillo por maltrato a los obreros; reclamos para que las liquidaciones de haberes se hicieran en forma quincenal y mediante la entrega de recibos en condiciones de legibilidad, etcétera.

Otro comunicado de los delegados a la empresa rezaba: “…Comunicamos que el día tres (3) del corriente a las 3 hs. de la noche no había chofer para trasladar en la ambulancia a un compañero enfermo desde su casa hasta la asistencia médica. Racalcando la necesidad de normalizar este servicio, los saludamos atte.”

Una reivindicación particularmente cara a los obreros fue el adicional del 15% por “colado” en el trabajo con hormigón y del 10% por trabajo en altura, que había provocado serios accidentes, como el del obrero Pedro Espina Cofré, muerto muy joven el 13 de agosto. Ambos adicionales fueron puntualmente reclamados por los nuevos delegados.

Otra práctica, común al principio, era que Impregilo vendiera a los albañiles y carpinteros las herramientas que debían emplear, lo cual violentaba la legislación vigente en cuanto a obligaciones del empleador. No dejó de ser un reclamo obrero.

“Insistimos, una vez más, en que los obreros somos los primeros interesados en que esta magnífica obra se termine, para beneficio del país y no de los monopolios extranjeros. De esta forma surgirán nuevas industrias nacionales y nuevas fuentes de trabajo. Pero sostenemos que la obra no debe hacerse con la explotación de los obreros. Es por eso que permanentemente hemos luchado por mejorar nuestras condiciones de vida y de trabajo… Sólo hemos ido a la huelga cuando la patronal explotadora, en complicidad con los jerarcas sindicales, nos han empujado a ello.” Así rezaba un volante del Movimiento Unitario de la Construcción (MUC) que, con fecha 18 de agosto y con la única firma de Antonio Alac, expresaba con fidelidad el espíritu que animaba a los trabajadores.

La burocracia sindical, funcional a la patronal y al régimen militar que encabezaba Onganía, pasó a operar activamente contra los huelguistas, y pocos días más tarde, el 19 de enero, Alac, Torres y Olivares eran expulsados del gremio por Coria, quien los encontró incursos en “inconducta sindical”; habían concurrido a la “Reunión Obrera y Popular por la Justicia Social y la Liberación Nacional” realizada en Córdoba.

Comenzaba otro capítulo, en la huelga que será recordada en el tiempo como El Choconazo.


Fuente:
Dios y el Diablo en la tierra del viento – Cristianos y Marxistas en las huelgas de El Chocón – de Juan Chaneton

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