martes, 3 de septiembre de 2024

«El Choconazo» Publicado el12 diciembre, 2018por emartinchuk. https://perlitasperiodisticas.wordpress.com/2018/12/12/el-choconazo/

 

«El Choconazo»

chocónLa dirigencia de la UOCRA Neuquén junto a los obreros de la represa Chocón –Cerros Colorados, comienza, el 12 de diciembre de 1969, la primera huelga en la obra que ocupaba a más de tres mil trabajadores. El conflicto, recordado como «El Choconazo«, se desarrolla durante la dictadura de Juan Carlos Onganía y en un contexto de  confrontaciones sociales, como las ocurridas tanto en Córdoba como en Rosario.

Los obreros se indignaron con la conducción sindical porque “después del empadronamiento masivo, debió haber llamado a elecciones y no lo  hizo” destaca Benigno Calfuán en El Chocón, huelga y milagro.

Y agrega: “Por la noche, una nueva asamblea sacudió las bardas con sus gritos y aplausos. Más de dos mil almas potenciaron su entusiasmo (…) Con unanimidad absoluta se confirmó” a los elegidos por asamblea “como delegados y se decidió declarar la huelga al día siguiente, si la empresa no aflojaba”. Ante la inesperada reacción obrera, la empresa Impregilo, que hasta entonces convalidaba todo lo actuado por la UOCRA, pidió un cuarto intermedio.

Los camioneros ya habían parado por su cuenta y atascado el abastecimiento de la obra. Ante la dimensión que tomaba el conflicto y al detectar que los delegados eran izquierdistas, la empresa decidió llamar a la policía para amedrentar a los obreros y normalizar la obra.

chocón 1

La detención de los delegados indignó a los trabajadores que cerraron todos los pasos que comunicaban con la construcción, paralizaron las actividades y se prepararon para resistir cualquier intento represivo. Cuando la policía intentó llevarse a los delegados, “la multitud reaccionó como un solo hombre. Rodeó los coches y recuperó a los detenidos ante las narices mismas de la policía, cuyo armamento fue ridículamente inútil para frenarla”.

Entonces comenzó “una actividad febril en todo el obrador. Rápidamente se construyeron barricadas y se organizaron piquetes de huelga (…) en menos de dos horas no quedaba nadie trabajando” los obreros de las empresas Analvi, Wainstein y Cartellone se habían sumado a los de Impregilo Sollazo.

El conflicto fue desarrollado en los principales medios de comunicación logrando una repercusión nacional que generó múltiples adhesiones, entre ellas la del obispo de Neuquén Jaime de Nevares. Los intentos represivos fracasaron y al cabo de seis días el conflicto logró la reincorporación de los cesanteados y el reconocimiento de los delegados elegidos en asamblea, entre otras reivindicaciones.

ARCHIVO - De Nevares

“Yo soy Ana Egea de Urrutia”

Una de las principales protagonistas del “Choconazo”, fue Ana Egea de Urrutia, que  falleció el 18 de agosto de 2015 en Cipolletti. Fue embaladora, conductora de camión y junto a su marido llegó a la construcción de la represa en los años 60. Encabezó la huelga, se hizo cargo del comedor, estrechó lazos con Jaime de Nevares y se convirtió en una dirigente respetada y combativa de la época.

“Yo soy Ana Egea de Urrutia”, les dijo a las licenciadas en Letras Griselda Fanese y Emilse Kejner, quienes realizaron el trabajo “La Aneida: una epopeya de mujeres en una huelga de obreros…”. La aclaración sobrevino por que su nombre trascendió con su apellido de casada. Los obreros choconeros la recordaban como “la gorda Ana”, quien tenía un fuerte protagonismo, según recoge Juan Chaneton en su libro sobre la huelga.

El historiador Enrique Mases se preocupó por rescatar la historia de Ana tras su muerte reciente. “Fue una de esas feministas intuitivas, era una mujer muy solidaria y luchadora. Mantuvo sus convicciones, pero no tenía ningún parámetro filosófico detrás, era todo instintivo”.

Mases contó que de joven Ana vivió en Villa Regina y era embaladora en un galpón de empaque. Allí la eligieron delegada de las trabajadoras. Corrían los 60. Un día el patrón se quiso propasar con ella “y Ana le plantó un cajón de manzanas en la cabeza, fue presa, el galpón paró y sus compañeras cortaron las calles de la comisaría hasta que la liberaron a la noche”. En ese entonces estaba casada y tenía dos hijas. Después de una discusión con su marido por lo sucedido en el galpón, decidió irse.

“Agarró sus cosas, sus hijas y partió a Cinco Saltos”, detalló Mases. Allí sufrió la pérdida de una de sus niñas, al ahogarse en un canal. El tiempo le dio una nueva oportunidad y formó pareja con un camionero. Tuvieron tres hijos y se dedicó un tiempo a conducir camiones también. A fines de los 60 se fueron a vivir todos a El Chocón.

En el trabajo de Fanese y Kejner, Ana recordó que las mujeres de “El choconazo” eran diez. “Yo por ejemplo era la esposa de un chofer de los camiones, pero a la vez tenían un comedor, les daba de comer a los obreros (…) Éramos una gran familia”, dijo. Juan Quintar, en su libro “El Choconazo”, la define como el “pilar organizativo de la olla popular y máxima expresión de la participación femenina en las huelgas”.

Según los relatos de las y los investigadores, Ana no sólo fue la esposa de un camionero, la compañera de un dirigente o la mujer que lavaba los platos y cocinaba para la tropa. Fue gran compañera del obispo Jaime de Nevares, lo que le dio respeto entre hombres y mujeres durante la huelga. Esto también la vinculó con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Río Negro y Neuquén

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